Por Roque Morán Latorre. La definición de “crisis”, que trae el diccionario de la Real Academia Española en su vigésima primera edición, es la “mutación considerable que acaece en una enfermedad, ya sea para mejorarse, ya para agravarse el enfermo”. Hay, allí mismo, más acepciones, otra, especialmente, que viene oportuna al tema que hoy nos ocupa, es la de “escasez, carestía”.
Me enfoco en mi país Ecuador. Lo de la tal “crisis” es tan sólo un epígrafe, un remoquete. El Ecuador ha vivido esta crisis –tal vez, no tan drástica como ahora- pero desde que tengo uso de razón: crisis en lo político, crisis en lo social y crisis en lo económico y… ¿qué ha sucedido? Nada, el país está incólume, continúa henchido de riqueza -mal repartida, por supuesto-.
Demostración de aquello es el cuestionamiento que un empresario -auténtico empresario, no un hombre de negocios- les hizo a sus colegas, en una reunión del directorio de un importante gremio de mi ciudad: “ustedes se quejan tanto de esta crisis, echan la culpa a todos, pero no reflexionan sobre su propia conducta… díganme ¿quién de ustedes está más pobre que hace 15 años?” Me contó que hubo unos breves segundos de sepulcral silencio, se percibió una atmósfera de vergüenza, pero, inmediatamente salieron las justificaciones y las sinrazones: es que el gobierno, es que los factores externos, es que, es que, es que… Bueno, como podrán imaginar, este empresario no constó en la terna para la elección del siguiente directorio.
Ecuador, tan pequeño, es una tierra maravillosa en innumerables aspectos: podemos descender, en menos de seis horas, del majestuoso volcán Cotopaxi, a casi seis mil metros de altitud, con nieves eternas, hasta las playas del cálido mar de la población de Esmeraldas; viajando desde la capital, en dos cortas horas, hacia el verde oriente, podemos adentrarnos en paradisíacos parajes; si se acabara el petróleo, tenemos banano, si no cultiváramos flores, poseemos camarones; cosechamos café, cacao, maíz, papa, trigo, cebada, arroz; nos beneficiamos con exóticas flores tropicales para exportación, escondemos inexplotadas minas de cobre, de oro; como si todo eso fuera poco, nuestras son las islas Galápagos, inigualable patrimonio natural de la humanidad.
El resultado de esta generosa abundancia de recursos naturales ha sido, por supuesto la generación de mucha riqueza. Lo lastimero, insisto, una riqueza muy mal distribuida: la gente pobre sigue más pobre. ¿Por qué, cuando hay crisis, a quien más afecta es, precisamente, a quien menos tiene? Porque las crisis son el resultado de un sinuoso proceso, donde se combinan –rastreramente- el materialismo salvaje con la ausencia de valores trascendentes. En ese comportamiento el fin último es la consecución, a mansalva, de las utilidades económicas, que no tiene miramientos, allí ¿qué importan la dignidad humana, el bien común, la solidaridad?
Se entenderá mejor que, a eso que llaman ‘crisis’, acá en Ecuador ya la hemos vivido, más aún, nunca hemos dejado de vivirla.
Quiero parafrasear algo del capítulo séptimo del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia: “La relación entre moral y economía es necesaria e intrínseca: actividad económica y comportamiento moral se compenetran íntimamente. La necesaria distinción entre moral y economía no comporta una separación entre los dos ámbitos, sino al contrario, una reciprocidad importante”.
Penosamente la moral puede ser una, para ciertos personajes, y otra, para el resto. Una acto humano tiene dos componentes: su fin y los medios para alcanzarlo; de allí que, si el fin es bueno, pero los medios utilizados no lo son, ese acto humano debe calificarse como inmoral. La búsqueda de la riqueza es buena, desde luego, pero si se la logra con base en la explotación de la gente, con base en ingeniarse sistemas construidos con oscuros cimientos, que sólo benefician a unas pocas personas, en desmedro del bien común, ese acto es inmoral. Entonces la causa de las crisis es la inmoralidad.
No quisiera dejar la sensación de pesimismo, todo lo contrario ¡debemos ser optimistas! Siempre hay esperanza. ¿Podemos mejorar las cosas?, Sí, que podemos ¿Podemos salir de la crisis? Sí, podemos. ¿Cuánto nos tomará? El tiempo que sea necesario para entender que, el bien de los demás, es el mejor negocio para las empresas y para el empresariado, para personas gobernantes y para las gobernadas.
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1 comentaris:
Excelente, Roque.
Lo más irónico de la idea que planteas, es que así como pones a Ecuador de ejemplo, podríamos poner a muchos países más, no sólo de América Latina, sino de todo el mundo.
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