Empresa Socialmente Responsable... ¿Ser o parecer?

. domingo, 4 de octubre de 2009

Por Roque Morán Latorre.

APARIENCIAS
Fácil es percatarse que en nuestra sociedad mucho se vive de las apariencias. Explicable esto si palpamos que hoy se valora más el poseer que el ser. Esta es una de las consecuencias de que aquellos valores, como la sinceridad y la veracidad, están opacados en un mundo donde prima la hipocresía, el afán de protagonismo y la vanidad.

En varias ocasiones una organización cazatalentos me solicita que les proporcione algún criterio para la calificación y selección de participantes finalistas en concursos para ocupar cargos de responsabilidad en sus empresas clientes. Esto me resulta interesante, hasta emocionante. Para pretender ser objetivo en mi apreciación, sigo un personal esquema que me ha resultado eficaz: primero, un análisis de su hoja de vida, luego, una revisión de las pruebas psicotécnicas y, lo que valoro -como más importante-, una profunda conversación, de aproximadamente unos cuarenta minutos de duración, donde les puedo mirar a los ojos, escuchar sus voces y les invito a que me compartan, entre varios temas, sus ideales y objetivos de vida. Una de las preguntas obligadas que les solicito responderme es “¿podría decirme algunos de los valores que usted practica?”

Las respuestas que recibo son bastante similares y contestadas a un ritmo, más o menos, rápido; pero, de repente, con toda la intención, interrumpo esa cadencia continua y les pregunto “¿me puede decir alguno de sus defectos?”. Se produce un silencio breve, de un par de segundos, tal vez tres, matizado por una actitud de incertidumbre de la persona entrevistada: “bueno, creo que… soy un poco impaciente”. Pienso en silencio, muy dentro de mí: “al fin, al fin, alguien capaz de descubrirse algún defecto”. Pero casi de manera inmediata a ese defecto desenmascarado le sigue un “es que… soy impaciente porque me gustan las cosas rápidas y bien hechas”.

Esa resulta una pequeña muestra de que para autojuzgarnos lo hacemos con demasiada generosidad, descubrimos adentro lo más florido de las cualidades pero, al intentar encontrar nuestros defectos, nos resulta una tarea más que imposible. Eso es vanidad pura y orgullo pulido. Si pensamos que las empresas son organismos vivos que tienen –guardando las proporciones- similares características que los seres humanos ¿cuán capaces son de reconocer ciertos defectos y de auto valorarse en una justa medida?

AUTENTICIDAD
Difícil lograrla. Pero quizás sí sea posible. Todo depende de cuánta sinceridad estemos en disposición de tener, de cuán capaces sean las empresas de ser genuinas. Recientemente leímos un artículo -con el que estamos de acuerdo- en el que se afirmaba que la responsabilidad social es, debería ser, voluntaria, pero que la Transparencia es obligatoria. Si venimos pregonando que ‘nadie da lo que no tiene’ ¿cómo una empresa que tiene algo que esconder, que tiene –como suele decirse- ‘rabo de paja’, puede ser transparente? A esto se suma la decisión -tal vez errada- de algunas organizaciones, de mantener un perfil bajo, rehuyendo el ‘riesgo’ de mostrarse en una vitrina de exhibición.

Me viene a la memoria una interesante conversación con el presidente de una grande empresa -que no está más en Ecuador- a quien le hicimos una comedida observación acerca de racionalizar su publicidad, autoalabanza y marketing social, por cierto, abundante y con alta inversión, con lo que estuvo de acuerdo pero, desafortunadamente, fue demasiado tarde, algunos de sus grupos de interés habían reaccionado con animadversión y fueron los detonantes para que se marchara del país.

“Ni mucho que queme al santo ni tan poco que no lo alumbre”... ¿Dónde está el punto de equilibrio en mostrarse y en cuánto mostrarse para no provocar suspicacias en los grupos de interés? La receta es simple: antes de nada, ser -de manera auténtica- socialmente responsable, dentro de casa primero y sólo entonces la estrategia de comunicación resultará sencilla, fácil y desde luego con una mínima inversión.

DAR LO QUE SE TIENE SIN SÓLO APARENTAR
La forma idónea de ser socialmente responsable es la de orientar a la organización hacia una cultura de responsabilidad social, eso sí, vivida de manera tangible desde sus líderes, procurada como eje transversal a todas las áreas de la empresa y diseminada hacia su cadena de suministro. Frecuentemente las empresas emprenden con ‘programas de responsabilidad social’, en otros casos, elaboran memorias de sostenibilidad, ambas loables pero ninguna de las dos garantiza la viviencia de una auténtica responsabilidad social.

Lo recomendable es implantar, con base en un modelo, un sistema de responsabilidad social, cuidando que éste incluya todos los elementos posibles, de una manera íntegra e integradora y todo lo demás saldrá por añadidura, como conclusión natural, espontánea, de lo actuado y practicado. Deseable es que ese modelo implantado pueda ser verificado por cualquiera de los stakeholders de la organización, óptimo –pero no indispensable- es que pueda darse una auditoría de tercera parte, con alguien idóneo y no, como alguna empresa lo hace, con la misma persona o asesoría que le ayudó a elaborar su memoria de sostenibilidad o, igual de desacertado y anti ético, verificado por alguien sin el respaldo de experiencia y de conocimiento, allí sí, indispensables.

LÍDER SEGÚN FRANKL Y JASPERS
Implantar un cultura se responsabilidad social podría estar vedado para algunas empresas pues en la mente de sus líderes correspondientes no está arraigado un bagaje de principios y de valores. Eso es categórico. Reflexionemos brevemente en el pensamiento acerca de lo que significa ser líder, primero, del psiquiatra austríaco Viktor E. Frankl: “líder es el que empuja a los demás a elevar el concepto de su propia identidad y a reflexionar sobre el contenido que pueden dar a sus vidas” y, la de un filósofo, y también psiquiatra, el alemán Karl Jaspers: “a interiorizar desafíos, a ser más humanos, más éticos, más libres, a elevarse por encima de sus preocupaciones, en una palabra… a autotrascenderse”. Ése es el liderazgo idóneo para la responsabilidad social, para no sólo parecer sino para ser, con autenticidad, con fundamentos arraigados en cimientos profundos, que conduzcan a una organización a convertirse en socialmente responsable.