La paradoja de la RSE

. miércoles, 3 de noviembre de 2010
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“Muchísimos son liberales para todas las libertades ya adquiridas 
y formidables conservadores para las que aún hay que adquirir”
Stephen Jay Gould

Por Roque Morán Latorre. Como venimos preconizando, desde tiempo atrás, y lo seguimos manteniendo, estamos convencidos de que la RSE es –debería ser- un asunto de sentido común; mas, como ingrata sorpresa, constatamos de manera fehaciente que lo mencionado por Voltaire (1694-1778), filósofo y escritor francés, “sentido común no es nada común”, es muy aplicable a la RSE. Percibimos que hablar de “empresa” y de “responsabilidad social”, es decir, hablar de responsabilidad social empresarial, o corporativa, o como queramos llamarle -no importa el apellido-, resulta una redundancia pues, el emprendimiento de una organización, de por sí, connaturalmente, significaría responsabilidad social; es similar a decir “democracia participativa” o adjetivar al caos como “anárquico”. Igual, insólito resulta comprobar que la RSE pueda resultar paradójica, al determinar que las exigencias que esta trae, contraponen los más caros intereses de algunos –equivocadamente- llamados empresarios.

Ensayemos cómo explicarnos aquello que, sin embargo del impulso que se ha dado últimamente a la RSE, aún no termina de cuajar en ciertos ámbitos empresariales. ¿Por qué? Muchas y variadas son las causas. Y no hablamos sólo a nivel país, también hacemos referencia a otras latitudes. Quizás, una causa principal es la cultura de cada nación, inclusive, dentro de un mismo territorio, dependen su concepción y práctica, del nivel cultural de cada una de sus regiones. Depende también de la rigurosidad con la que se aplican las leyes en tal lugar, de la disciplina de la gente para cumplirlas pero, sobre todo, del grado de responsabilidad personal, de la forma cómo se ejerce la libertad. Esto mucho tiene que ver con que ciertas culturas requieren de control, mano firme, castigo riguroso por las faltas cometidas; allí no existe el auto control, auto disciplina o un ejercicio de la responsabilidad como hábito y se la lleva como una imposición. Y la RSE es ante todo un acto voluntario, soy socialmente responsable, como persona o como empresa, porque me da la gana, no porque algo, o alguien, me obligan.

Por otro lado, podríamos eficazmente establecer una “caracterología”, un análisis prolijo, y hasta hilarante, de las reacciones de algunos directivos empresariales, donde sus actitudes son tan diferentes como empresas existen. Ante el planteamiento de iniciar una ruta de RSE, las respuestas son tan variadas; de esas, las más comunes: “¿cómo incide esto en mi P y G, m? ¿No sería mejor esperar por tiempos mejores, donde el panorama se vea más claro? ¿Por qué no inician, antes, las empresas públicas? ¿Podríamos esperar por una mejor asignación de presupuesto? ¿Esperemos una regulación gubernamental y allí actuamos? ¿Otra novelera idea que se está poniendo de moda? Felizmente, aunque excepcionales, hay de los que dicen “vamos, esto es lo que anduvimos buscando”.

También se hace necesario precisar que varias empresas, que se ufanan en decir que están haciendo responsabilidad social, sólo exhiben acción social, obras de paternalismo y caridad mal entendida, haciendo un esforzado despliegue publicitario de maquillaje de imagen. Esto ocasiona desorientación y ausencia de información eficaz porque la sociedad, en la que se encuentran también los empresarios, percibe que eso, erróneamente, es responsabilidad social. Por fortuna, lo hemos constatado, un buen número de otros empresarios y ciudadanos comunes no se tragan esas ruedas de molino y saben analizar cuándo sólo se pretende maquillar la imagen y cuándo se es, de manera legítima, socialmente responsable.

Así como se difunden empresas socialmente responsables, también existen -por allí- publicaciones de observatorios y detractores que señalan, con detalle, a las empresas “socialmente irresponsables”; cuando uno echa una ojeada a aquello, se lleva ingratas sorpresas al leer allí nombres de organizaciones que, uno pudo pensar, eran socialmente responsables.

La aplicación de la responsabilidad social debe tener dos elementos indispensables: uno, la aplicación de un modelo, de un sistema, con requisitos cumplidos a cabalidad, verificables; y otro: el reporte, ojalá, celosamente apegado a indicadores universalmente aceptados, por exigentes y prestigiosos, por serios y motivadores. Lo uno sin lo otro, dará la percepción de falla, de algo inconcluso; además, generalmente, cuando el reporte se ha efectuado sin la implementación previa de un modelo, se convertirá en una compleja periódica recolección y exhibición de datos, de los que muchas veces sus mismos colaboradores internos no los conocen, peor, los entienden.

Para evitar que la RSE sea la paradoja de la que mencionamos al inicio, se vuelve necesario ir superando la etapa del descubrimiento e ir a la implementación técnica, metodológica. Esto requiere, indefectiblemente, antes de nada, de una decisión de la cúpula directiva; luego, un involucramiento resuelto y notorio de sus más cercanos gerentes; notorio porque el personal de apoyo, si no ve que la prédica está sustentada con el ejemplo y la práctica, no verá autenticidad en el proceso y adoptará actitudes de apatía y hasta de rechazo. Los mejores publicistas y propagandistas de la RSE de una organización son sus colaboradores, asimismo, sus peores detractores.

Concluyo con el mensaje de un gran ser humano: “todos somos testigos de los efectos de la triste sumisión humana a la mera apariencia, al relumbrón y a la absurda vanidad, pues esto trae insatisfacción y desencanto; quienes están llamados, en primer lugar, a mantener los valores trascendentes de una sociedad que ansía mejor futuro, son los que ostentan algún poder, en el ámbito que les haya correspondido… allí ¡otra paradoja que nos arroja la vida! esos son los que menos atienden ese llamado”. Siga leyendo >>>

¿Quién es quién en RSE?

. lunes, 19 de julio de 2010
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Quien practica la autenticidad, asume la responsabilidad por ser lo que es y se reconoce libre de ser lo que es.

Jean Paul Sartre (1905-1980)
Filósofo y escritor francés

Por Roque Morán Latorre. Estudios, investigaciones, encuestas y estadísticas, en particular, las realizadas en Iberoamérica, nos llevan a colegir que poco –muy poco- se conoce, peor aún, se entiende bien, acerca de Responsabilidad Social Empresarial. En medios estatales y privados son de excepción aquellos países en los que la responsabilidad integral de las empresas figura de manera formal y oficial para la interdependencia de sus sociedades. En Inglaterra existe “Business in the Community”, creada en 1982, cuenta con casi 900 miembros, es la más grande y una de las más antiguas coaliciones nacionales lideradas por empresas dedicadas a la responsabilidad corporativa; en Estados Unidos el concepto, en general, de Responsabilidad Social, se generó a finales de los años 50 y a principios de los 60, a raíz de la Guerra de Vietnam y otros conflictos como el Apartheid; hubo mentes pioneras, como la de Henry Ford, que promovieron en sus empresas una auténtica RSE; en España se aprobó, el 15 de febrero de 2008, la creación del Consejo Estatal de Responsabilidad Social de las Empresas; en Francia, el 15 de mayo de 2001, el Parlamento Francés pasó una ley que obliga a las empresas públicas a informar su Triple Cuenta de Resultados; en Latinoamérica, primordialmente, desde la iniciativa privada, se han generado acciones que son las que han impulsado la RSE; en Ecuador, hasta la creación del IRSE (año 1996), no se hablaba de RSE, sino de filantropía, obra social y limosna, más como un sugestivo medio para mejorar la imagen de las empresas; en la ONU, el anterior secretario Kofi Annan, fue, en el año 2000, el cristalizador del Pacto Global y de las Metas y Objetivos del Milenio; existen sistemas como la SGE 21, SA8000, AA1000; el GRI guía adecuadamente la elaboración de memorias de sostenibilidad. En fin, existe una multiplicidad de iniciativas mundiales conducentes a orientar las empresas al ámbito de la RSE.

Lejos de pretender con este preámbulo una antología de los empujes en la RSE, queremos resaltar el hecho de que –aún- no hemos pasado del prolegómeno en materia de RSE. Miramos -con moderado optimismo- que el advenimiento, en diciembre de 2010, de la ISO 26000 de RS -sin embargo de sus imperfecciones y detracciones- pueda marcar la pauta con la que se logre armonizar y consensuar la aplicación de una legítima RSE.

Hay en Ecuador varias empresas líderes, nacionales y multinacionales, que aplican debidamente varios elementos de la cultura de RSE, ejemplos: presentan, de manera voluntaria, periódicamente, sus memorias de sostenibilidad; efectúan acciones concretas en asuntos con su personal colaborador; ejecutan tareas en bien del medio ambiente; han generado proyectos sostenibles y de negocios inclusivos entre sus comunidades; logran relaciones mutuamente beneficiosas con sus empresas proveedoras; es decir, actúan eficazmente escuchando y entendiendo a sus stakeholders. Muy bien por ellas y por la ejemplaridad de sus cometidos, confiamos que otras las sigan imitando.

De acuerdo a uno de los recientes criterios de Michael Porter sobre RSE, esas empresas serán parte, con seguridad, de las organizaciones que no durarán sólo veinte años más, sino que trascenderán a su tercera generación, con magníficos resultados para su accionariado y sus otros grupos de interés.

Cabe entonces preguntarse ¿por qué no ha calado aún en forma masiva la RSE, siendo, como es, un medio eficaz para logros empresariales? La respuesta no es difícil de dilucidar: no se puede masificar algo que es privilegio sólo de poca gente: principios y valores trascedentes, categoría humana, pensamiento empresarial y no del negocio fácil, autenticidad y no maquillaje, transparencia, verticalidad ética y otras características que resultan excepcionales -y hasta un poco extrañas- al léxico de la sociedad actual.

Otras preguntas, entre varias que podríamos ensayar, nos parece oportuno inquirir, y no me refiero sólo a nivel del Ecuador, sino a nivel mundial: ¿por qué no entienden el empresariado, tan preparado e inteligente, la esencia y la eficacia de la RSE? ¿Es que la RSE resulta compleja, demasiado amplia para aplicarla? ¿Tiene -aquel empresariado- una escala de valores coherente, consistente, con la dignidad de la persona humana, con el bien común? O, al contrario, ¿hay intereses egoístas, mezquinos, relacionados con una exacerbada competencia por acaparar, con soberbia y vanidad, posesiones materiales, poder ilimitado, que siempre obnubila el juicio y la recta intención de construir una verdadera empresa?

Se pueden encontrar varias explicaciones a esas inquietudes que planteamos. Una, quizás, la de mayor profundidad: la RSE podría resultar incómoda y hasta atentatoria contra el endiosamiento de parte del empresariado, pues no se trata sólo de aplicar acciones de maquillaje de imagen; no, eso es mera superficialidad, lo de fondo, lo esencial es que, al percatarse de la integralidad y amplitud de la RSE, se da cuenta que no es la organización que preside la que urge cambiar, es él mismo el que debería, con su ejemplo, mejorar la cultura organizacional, pero antes de nada: mutar sus melindrosos hábitos gerenciales –vicios-, inclusive, replantearse sus objetivos de vida, poner en orden su escala de valores.

Otra posible causa es que ha ido apareciendo la desorientación, con una cantidad de autodenominadas personas “expertas en RSE”, donde se incluyen las que asistieron a uno de aquellos cursos llamados “intensivos de RSE” o que se “bajaron” información del Internet o que leyeron una memoria de sostenibilidad y que, con un poco de ingenio, creatividad y charlatanería, han organizado su personal asesoría; por supuesto en esa gama también se incluyen miembros de la típica burocracia internacional: transitaron por un organismo internacional, algo entendieron de la RSE, escriben, sin un auténtico conocimiento de causa, sin haberse “mojado el poncho” -como decimos en la Sierra ecuatoriana-, es decir, personas de teórica pura, locuaces personajes, que absorbieron algo de la RSE pero nunca la practicaron, ni la aplicarán jamás. Siga leyendo >>>

Corrupción ¿Podremos contra ella?

. lunes, 8 de marzo de 2010
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“La perversión y la corrupción se disfrazan casi siempre de ambigüedad; por eso la ambigüedad no me gusta, ni confío en ella”

Por Roque Morán Latorre. Obrar con responsabilidad social sin acometer contra la corrupción es insólito. La tarea es ardua, peliaguda, hasta -muchas veces- decepcionante, pero no se la puede eludir. La corrupción es un monstruo con tentáculos de alcance inimaginable, se extiende a lugares y circunstancias que, en muchas ocasiones, ni nos percatamos. No nos admiremos si somos parte de ella, como culpables, cómplices o la encubrimos, de manera consciente o involuntariamente. Podemos pensar, simplona -pero implacablemente-, que la corrupción está en la otra gente, ¿pero yo… corrupto o corrupta? ¡Jamás!

Ese es el juicio regular de quien no se ha percatado que la corrupción está en la cotidianidad: cuando cruza un semáforo en color intermedio, cuando adquiere un CD pirata por menos de dos dólares; asimismo, cuando no ha pagado las licencias del software que está instalado en el computador de casa; se produce, a un nivel mayor, cuando se tiene, por ejemplo, la responsabilidad de compras de una empresa y llueven los regalos en la época navideña o, en otras épocas, se prodigan atractivos presentes que comprometen: viajes, “premios”; o también se encuentra en el profesorado que acepta un presente de su alumnado que requiere mejorar sus notas para aprobar el período.

El Global Compact, que se firmó en al año 2000, tenía, a la sazón, sólo nueve principios, el décimo, la lucha contra la corrupción, se lo generó en el 2004 y dice, textualmente, “las empresas deberán trabajar contra la corrupción en todas sus formas, incluyendo la extorsión y el soborno”. En aquella Cumbre de los Líderes del Pacto Mundial del 2000 se preconizó que el Grupo del Pacto Mundial incluiría ese décimo principio en contra de la corrupción que reflejaría el recién adoptado Convenio contra la Corrupción de las Naciones Unidas. La redacción del décimo principio, según lo acordado durante el proceso de consulta, impele a los adherentes al Pacto Mundial a sumarlo a todos las acciones de difusión e implementación.

El acogimiento del décimo principio compromete a participantes del Pacto Mundial, no sólo a evitar el soborno, la extorsión y otras formas de corrupción, sino también a desarrollar políticas y programas concretos para abordar el tema de la corrupción. Se torna imperativo que las empresas se unan a los gobiernos, a las agencias de la ONU y a la sociedad civil para crear una economía global transparente y libre de corrupción.

Una organización que dedica su esfuerzo y acciones para desenmascarar la corrupción es Transparency International, que nace en 1993, lucha contra ese monstruo de mil cabezas y trata de minimizar su impacto. “Su misión es promover los cambios que conduzcan a un mundo libre de corrupción. Se trata de una organización apolítica, que no realiza investigaciones de casos individuales, aunque en ocasiones trabaje con otras organizaciones que sí lo hacen. Publican regularmente varios índices mundiales de corrupción. También otorgan premios anuales a la integridad a aquellas personas que se hayan destacado por su lucha anticorrupción”.

Esta entidad cuenta con enemistades y gente detractora que cuestiona sus investigaciones, pues dicen que la mayor parte de sus publicaciones son efectuadas con base en percepciones y no fundamentadas en cantidades, cifras, datos, hechos tangibles y verificables. Lo cierto es que cada vez que difunden resultados de esas ‘percepciones’, arde Troya.

El Barómetro Global de la Corrupción 2009, de Transparency International (TI), trae un resumen ejecutivo, del que transcribimos algunos de sus acápites, resultado de una encuesta efectuada a 73.132 personas, en 69 países y territorios, entre octubre de 2008 y febrero de 2009:

1. Existe una preocupación creciente entre el público en general sobre la corrupción dentro del sector privado, que se trasluce en:
a. La mitad de quienes se entrevistó percibe al sector privado como corrupto, lo que representa un incremento marcado de 8% puntos porcentuales entre el 2004 y el 2009.
b. El público en general muestra una actitud crítica frente al rol que tiene el sector privado en el proceso de adopción de políticas de su país.
c. Más de la mitad de las personas encuestadas consideraba que frecuentemente se recurre al soborno para influir en políticas y reglamentaciones a favor de las compañías.
d. La corrupción es un tema que inquieta a quienes consumen.
e. La mitad de las personas entrevistadas manifestaron estar dispuestas a pagar un sobreprecio al comprar a compañías “libres de corrupción”.

2. A nivel global los partidos políticos y la administración pública son percibidos como los sectores más corruptos.

3. Los casos de soborno menor se perciben como cada vez más frecuentes en algunas partes del mundo, siendo las fuerzas policiales las receptoras más probables de los sobornos.

4. La ciudadanía común no se siente empoderada para denunciar la corrupción.

5. Se considera que los gobiernos no son efectivos en la lucha contra la corrupción; lamentablemente, esta opinión ha persistido en la mayoría de los países a través de los años.

Allende todas esas plausibles iniciativas y de las encuestas tabuladas, la discusión sobre la corrupción tiene una antigua dicotomía: ¿qué es corrupción en mayor grado, corromper o dejarse corromper? Enmudecida respuesta, porque en una sociedad en la que se opacan las virtudes humanas, personas corruptoras y corrompidas son, lastimeramente, protagonistas principales: en el ámbito de los negocios, de la política, de las ciencias, de las artes y ni siquiera el deporte se libra de ello; en un mundo donde el logro por el poder, a como dé lugar, es rutina incesante, que nos angustia, donde cunde la salvaje búsqueda de los bienes materiales, donde se mide la calidad del éxito con la vara del dinero, un mundo que destierra del léxico de los idiomas palabras como esfuerzo, sacrificio, servicio… ya lo grabó, en piedra, una mente sabia anónima: “Si no peleas contra la corrupción y la podredumbre, acabarás formando parte de ellas”. Siga leyendo >>>