Quien practica la autenticidad, asume la responsabilidad por ser lo que es y se reconoce libre de ser lo que es.
Jean Paul Sartre (1905-1980)
Filósofo y escritor francés
Filósofo y escritor francés
Por Roque Morán Latorre. Estudios, investigaciones, encuestas y estadísticas, en particular, las realizadas en Iberoamérica, nos llevan a colegir que poco –muy poco- se conoce, peor aún, se entiende bien, acerca de Responsabilidad Social Empresarial. En medios estatales y privados son de excepción aquellos países en los que la responsabilidad integral de las empresas figura de manera formal y oficial para la interdependencia de sus sociedades. En Inglaterra existe “Business in the Community”, creada en 1982, cuenta con casi 900 miembros, es la más grande y una de las más antiguas coaliciones nacionales lideradas por empresas dedicadas a la responsabilidad corporativa; en Estados Unidos el concepto, en general, de Responsabilidad Social, se generó a finales de los años 50 y a principios de los 60, a raíz de la Guerra de Vietnam y otros conflictos como el Apartheid; hubo mentes pioneras, como la de Henry Ford, que promovieron en sus empresas una auténtica RSE; en España se aprobó, el 15 de febrero de 2008, la creación del Consejo Estatal de Responsabilidad Social de las Empresas; en Francia, el 15 de mayo de 2001, el Parlamento Francés pasó una ley que obliga a las empresas públicas a informar su Triple Cuenta de Resultados; en Latinoamérica, primordialmente, desde la iniciativa privada, se han generado acciones que son las que han impulsado la RSE; en Ecuador, hasta la creación del IRSE (año 1996), no se hablaba de RSE, sino de filantropía, obra social y limosna, más como un sugestivo medio para mejorar la imagen de las empresas; en la ONU, el anterior secretario Kofi Annan, fue, en el año 2000, el cristalizador del Pacto Global y de las Metas y Objetivos del Milenio; existen sistemas como la SGE 21, SA8000, AA1000; el GRI guía adecuadamente la elaboración de memorias de sostenibilidad. En fin, existe una multiplicidad de iniciativas mundiales conducentes a orientar las empresas al ámbito de la RSE.
Lejos de pretender con este preámbulo una antología de los empujes en la RSE, queremos resaltar el hecho de que –aún- no hemos pasado del prolegómeno en materia de RSE. Miramos -con moderado optimismo- que el advenimiento, en diciembre de 2010, de la ISO 26000 de RS -sin embargo de sus imperfecciones y detracciones- pueda marcar la pauta con la que se logre armonizar y consensuar la aplicación de una legítima RSE.
Hay en Ecuador varias empresas líderes, nacionales y multinacionales, que aplican debidamente varios elementos de la cultura de RSE, ejemplos: presentan, de manera voluntaria, periódicamente, sus memorias de sostenibilidad; efectúan acciones concretas en asuntos con su personal colaborador; ejecutan tareas en bien del medio ambiente; han generado proyectos sostenibles y de negocios inclusivos entre sus comunidades; logran relaciones mutuamente beneficiosas con sus empresas proveedoras; es decir, actúan eficazmente escuchando y entendiendo a sus stakeholders. Muy bien por ellas y por la ejemplaridad de sus cometidos, confiamos que otras las sigan imitando.
De acuerdo a uno de los recientes criterios de Michael Porter sobre RSE, esas empresas serán parte, con seguridad, de las organizaciones que no durarán sólo veinte años más, sino que trascenderán a su tercera generación, con magníficos resultados para su accionariado y sus otros grupos de interés.
Cabe entonces preguntarse ¿por qué no ha calado aún en forma masiva la RSE, siendo, como es, un medio eficaz para logros empresariales? La respuesta no es difícil de dilucidar: no se puede masificar algo que es privilegio sólo de poca gente: principios y valores trascedentes, categoría humana, pensamiento empresarial y no del negocio fácil, autenticidad y no maquillaje, transparencia, verticalidad ética y otras características que resultan excepcionales -y hasta un poco extrañas- al léxico de la sociedad actual.
Otras preguntas, entre varias que podríamos ensayar, nos parece oportuno inquirir, y no me refiero sólo a nivel del Ecuador, sino a nivel mundial: ¿por qué no entienden el empresariado, tan preparado e inteligente, la esencia y la eficacia de la RSE? ¿Es que la RSE resulta compleja, demasiado amplia para aplicarla? ¿Tiene -aquel empresariado- una escala de valores coherente, consistente, con la dignidad de la persona humana, con el bien común? O, al contrario, ¿hay intereses egoístas, mezquinos, relacionados con una exacerbada competencia por acaparar, con soberbia y vanidad, posesiones materiales, poder ilimitado, que siempre obnubila el juicio y la recta intención de construir una verdadera empresa?
Se pueden encontrar varias explicaciones a esas inquietudes que planteamos. Una, quizás, la de mayor profundidad: la RSE podría resultar incómoda y hasta atentatoria contra el endiosamiento de parte del empresariado, pues no se trata sólo de aplicar acciones de maquillaje de imagen; no, eso es mera superficialidad, lo de fondo, lo esencial es que, al percatarse de la integralidad y amplitud de la RSE, se da cuenta que no es la organización que preside la que urge cambiar, es él mismo el que debería, con su ejemplo, mejorar la cultura organizacional, pero antes de nada: mutar sus melindrosos hábitos gerenciales –vicios-, inclusive, replantearse sus objetivos de vida, poner en orden su escala de valores.
Otra posible causa es que ha ido apareciendo la desorientación, con una cantidad de autodenominadas personas “expertas en RSE”, donde se incluyen las que asistieron a uno de aquellos cursos llamados “intensivos de RSE” o que se “bajaron” información del Internet o que leyeron una memoria de sostenibilidad y que, con un poco de ingenio, creatividad y charlatanería, han organizado su personal asesoría; por supuesto en esa gama también se incluyen miembros de la típica burocracia internacional: transitaron por un organismo internacional, algo entendieron de la RSE, escriben, sin un auténtico conocimiento de causa, sin haberse “mojado el poncho” -como decimos en la Sierra ecuatoriana-, es decir, personas de teórica pura, locuaces personajes, que absorbieron algo de la RSE pero nunca la practicaron, ni la aplicarán jamás.
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