Una verdad incómoda
Por Roque Morán Latorre. No nos referimos precisamente al documental de Al Gore, sino a que “nadie es profeta en su tierra” y, en el caso de este ex vicepresidente de los Estados Unidos, al parecer, tampoco logra ser profeta fuera de su comarca. Basta echar un vistazo al “ranking” de los principales generadores de CO2, y de otros gases de efecto invernadero, resaltando a aquellos que, siendo los mayores contaminadores del planeta, nunca se comprometieron con nada en las citas ambientalistas de Kyoto (1997), Copenhague (2009) y Cancún (2010). Este famoso personaje, que disemina por doquier su mensaje verde, con dotes de gran expositor, nos hace evocar –guardando serias diferencias- al gurú de la Calidad, Edwards Deming, su coterráneo, experto en control estadístico de procesos, pionero de la Calidad Total en Japón, año 1947. En qué radican algunas de esas diferencias: Gore, según The Economist, entre otros exuberantes ingresos, cobra 117.000 euros por conferencia, mientras que Deming, pudiendo haber obtenido una considerable fortuna, donó sus derechos de autor, de miles y miles de sus publicaciones, en favor de instituir un premio a la Calidad, quizá, el más afamado en Japón, y en el mundo, que constituye un incentivo de alto significado para la cultura de la Calidad. ¿Diferencia de ideales? ¿Diferencia de época? ¿Autenticidad versus relumbrón? Deming, llamado el padre de la tercera revolución industrial, entre sus múltiples escritos, publicó su famoso libro “Catorce Puntos y Siete Enfermedades de la Gerencia”, en que orienta bien a los empresarios; lastimosamente, Deming murió triste (1993) al no haber podido cambiar la mentalidad mercantilista y de insaciable dinero de ciertos líderes empresariales americanos, lo que irónicamente sí lo consiguió en Japón.
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