Por Roque Morán Latorre. La búsqueda incesante del ser humano por el éxito es análoga al esfuerzo por lograr su felicidad, éste puede ser un concepto inequívoco, como éxito y felicidad podrían ser términos homónimos; mas, para cada ser humano, esas metas pueden ser distintas. ¿Qué significa entonces “éxito empresarial”? “No puede haber empresas exitosas en sociedades fracasadas” es una célebre máxima que nos invita a reflexionar, a observar con gran expectativa, si el uso de la libertad de las personas, del empresariado pequeño, del mediano y del grande, de la ciudadanía común y, sobre todo, de las y los líderes, está en clara coherencia con el ejercicio de su responsabilidad personal. La llamada responsabilidad social no es más que la realización tangible del uso de la libertad, pero con responsabilidad, que surge del ser humano privilegiado con valores trascendentes.
Si alguien logró hacer una profunda y clara analogía entre libertad y responsabilidad, fue el austríaco Viktor Emil Frankl (1905-1997), médico neurólogo, siquiatra, sobrevivió al holocausto judío; creó la Logoterapia, denominada la tercera escuela vienesa de psicología; escribió más de 30 obras, traducidas a cantidad de idiomas, diseminó cursos, conferencias y cátedra por todo el mundo y se hizo merecedor a 29 doctorados Honoris Causa por prestigiosas universidades. Su pensamiento trascendió las tendencias de sus antecesores Freud y Adler, al convertirse involuntariamente -él mismo- en un conejillo de indias de su Logoterapia y comprobar, por experiencia propia, que resultó totalmente atinada. Su vida -si es que la podemos llamar así- en los desalmados campos de concentración de Auschwitz y Dachau fue su auténtico y dramático laboratorio, nada igual, para dar forma y madurar su creación intelectual que le guió, entre muchos aspectos, hacia una certera comprensión del significado del dolor y del sufrimiento de los seres humanos y a poder explicarnos que, si bien es cierto que nuestra psicología se manifiesta por las propias vivencias pasadas, nuestro verdadero motor de vida, nuestras motivaciones, nuestra visión de futuro, nuestros objetivos del presente y del mañana, son factores determinantes en nuestra conducta personal, en el auténtico sentido de nuestra propia existencia, en nuestra razón para vivir.
Donde no existe responsabilidad la libertad es inservible. Sobre esto recuerdo haber leído, con vivo interés, la experiencia de una idealista mujer, Svetlana, ciudadana común pero de gran preparación académica y cultural –más de lo que le permitía su radical entorno social, político y económico- que sobrevivía en uno de esos países tras de la Cortina de Hierro, que soñaba con la ansiada libertad, en medio de un régimen totalitario extremo; apenas cumplidos sus treinta y cinco años de edad, fue testigo del derrumbamiento del comunismo y, por la oportunidad que le brindó la vida, pudo viajar lejos, a ejercer un trabajo seguro, bien remunerado, en uno de esos “grandes” países donde su ensueño había idealizado, como el paraíso, el ejercicio de la libertad.
Ni bien empezó su trabajo y su acercamiento, de manera paulatina, a esa sociedad, se fue percatando de las caras ocultas de la llamada libertad: codicia, desenfreno, intolerancia, hipocresía, explotación, egoísmo, superficialidad, despilfarro; tanta fue su decepción que llegó a cuestionarse si el régimen extremo en el que vivía antes sería preferible al que estaba viviendo; finalmente, tras un largo período de sufrimiento y de adaptación inteligente, sin sucumbir ante los vicios de esta cultura de “libertad”, se dio cuenta que todo dependía del buen uso de su propia libertad que sin responsabilidad todo sería tan sólo un rastrero libertinaje.
Tanto el Dr. Frankl, como Svetlana, cada quien en su respectivo andarivel, son seres que nos dejan lecciones profundas, reflexiones que nos “mueven el piso” y nos inducen a cuestionar el sistema de sociedad que, a inicios del siglo XXI, estamos viviendo.
Hablar de éxito es relativo. Cada ser humano tiene su propia concepción y calificación del éxito. Cuando hablamos de países “desarrollados”, como el que acogió a Svetlana, la mayor parte de gente podría decir que son naciones de éxito, sin embargo, la “crisis” ¿no es resultado del mal uso de la libertad en esos países? ¿Es eso acaso éxito?
La interminable discusión acerca de qué es más importante, el capital o el trabajo, la supremacía del libre mercado o del centralismo controlador a través del estado, no parece darnos luces claras, sino mostrarnos el conflicto recalcitrante de intereses personales, o de grupo. Acerca de estos temas, las obras del escocés Adam Smith (1723–1790), calificado como el fundador de la economía, filósofo y pertinaz investigador de la ciencia económica y también del comportamiento humano, defiende, como origen de la riqueza, el trabajo, pero afirma -de manera categórica- que si la virtud personal se resquebraja, ni el libre mercado ni la democracia prevalecerían.
El pensamiento de Smith afianza, entre muchos aspectos que, si no hay, antes que cualquier otra cosa, el uso inteligente de la libertad, de la responsabilidad personal, no se puede hablar de responsabilidad social. Miremos sino la formación que han recibido muchos, cientos de directivos, altos ejecutivos de grandes organizaciones, en aquellas afamadas escuelas de dirección de empresas, cursos de altas inversiones, con profesores renombrados, abarcando interesantísimos campos de enseñanza, entre los que sí se habla de ética y de valores trascendentes ¿cómo ha resultado la aplicación práctica de todas aquellas enseñanzas? ¿Fue sólo un pasar por esas aulas? ¿Fue sólo un cartón más en la colección de “diplomitis aguditis” que adolece la sociedad actual? Ese fue motivo de conversación con el director de una bien posicionada “busines school” de nuestro país cuando analizábamos la forma de evaluar los frutos de los diversos programas impartidos; el suscrito mantenía en ese entonces –y hasta ahora defiende- el punto de vista de que la forma óptima de evaluación sería palpar los frutos obtenidos, las mejoras en la sociedad ecuatoriana, aún más si la gerencia de cúpula de las más destacadas empresas de las ciudades más importantes del país, ha sido su alumnado.
¿Se puede evaluar el buen uso de la libertad?... Sólo el ejercicio de la responsabilidad puede sellar, de forma positiva e indeleble, las acciones de los seres humanos.
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